
Los datos de la Encuesta Trimestral de Coste
laboral, correspondientes al segundo trimestre de 2016, ratifican que los
salarios siguen prácticamente congelados, a pesar de que desde 2014 se
registran aumentos de la producción, de las ventas de las empresas y de sus
beneficios. La crisis ha pasado para la mayoría de las empresas, pero no para
los trabajadores, que ven como éstas pagan 10,7 euros menos por cada trabajador
que en 2011 y cotizan un 0,5% menos que hace un año por cada empleado, mientras
que las bonificaciones o subvenciones han subido un 5,8%. Se está produciendo
una devaluación salarial, una devaluación del empleo, del modelo productivo y
de nuestro modelo social en su conjunto. Este modelo está agotado y es
incompatible con el crecimiento económico, por lo que UGT va a reclamar en las
negociaciones con las organizaciones empresariales aumentos salariales que
supongan el aumento del poder adquisitivo de los salarios, el reparto justo de
los beneficios y el impulso definitivo al crecimiento económico en nuestro
país.
Los datos
de la Encuesta Trimestral de Coste Laboral del segundo trimestre de 2016
ratifican que los salarios siguen prácticamente congelados, a pesar de que
estamos en una fase expansiva desde 2014 que registra aumentos de la producción,
de las ventas de las empresas y de sus beneficios. La crisis pasó hace años
para la mayoría de las empresas, pero continúa instalada en los hogares de los
más de 15 millones de asalariados, que están viendo cómo aumenta la precariedad
de su empleo y cómo sus salarios siguen sin crecer, después de sufrir una
fortísima caída en los años anteriores.
El coste
laboral mensual cayó un 0,1% respecto al existente hace un año. Es decir, ahora
las empresas pagan menos por cada trabajador que antes. En realidad, pagan
menos ahora que en 2011: cada trabajador le cuesta ahora 10,7 euros menos al
mes que hace cinco años.
Por su
parte, los costes estrictamente salariales aumentaron tan solo una décima en el
segundo trimestre respecto al mismo trimestre del año anterior, y son solo 4,2
euros más altos que en 2011, lo que supone que han crecido el equivalente a 80
céntimos AL AÑO. Es decir, los salarios están congelados.
Eso es lo
que se llama devaluación salarial, que no es sino una devaluación del empleo,
cada vez más precario y de peor calidad; una devaluación de nuestro modelo
productivo, cada vez más escorado hacia un modelo competitivo basado en
producciones de bajo valor añadido y empleos de mala calidad; y una devaluación
de nuestro modelo social, que no genera ingresos suficientes para dotar las
políticas públicas que requieren los ciudadanos y que caracterizan un Estado
avanzado económica y socialmente. Este es un modelo de crecimiento agotado,
incompatible con el desarrollo económico que debería exigírsele a la cuarta
potencia europea. Por eso España está a la cabeza de Europa en niveles de
pobreza, desigualdad y exclusión social.
Mientras,
las empresas cada vez aportan menos a la Seguridad Social, debido a las
ineficaces tarifas planas y reducciones de cotizaciones de todo tipo de las que
se benefician, que no están sirviendo para crear empleo estable y duradero,
pero que están contribuyendo a aumentar el agujero presupuestario de la
Seguridad Social. En el segundo trimestre de 2016, mientras el empleo asalariado
crece el 2,9% (datos de la EPA), las cotizaciones obligatorias que pagan las
empresas por cada trabajador han caído el 0,5 respecto de hace un año, y las
bonificaciones y subvenciones a la contratación que perciben han aumentado un
5,8% en el mismo período, y un 40% en los últimos dos años, reduciendo por esta
vía indirecta sus costes laborales.
En
definitiva, se está produciendo un flagrante trasvase de rentas de los
trabajadores y trabajadoras de nuestro país a las empresas. La devaluación
salarial tiene que terminar, porque está lastrando el crecimiento económico, la
creación de empleo de calidad y la mejora de la calidad de vida de la mayoría
de la población, que es la clase trabajadora. A los trabajadores y a las
trabajadoras de nuestro país de nada les sirve que crezca el PIB si eso no se
traduce en una mejora de sus rentas familiares, de sus capacidades para
consumir y para ahorrar; en definitiva, si no mejora su calidad de vida y sus
expectativas de vida. Y eso es lo que está pasando en la actualidad.
Por eso
los sindicatos vamos a reclamar en la negociación colectiva de 2017 aumentos
salariales que supongan nítidas ganancias de poder de compra para los
trabajadores y las trabajadoras, recuperando el poder adquisitivo perdido
durante los años de crisis y situando el reparto de los beneficios del
crecimiento actual en un nivel más justo, que repercuta favorablemente sobre
todos: sobre las empresas, permitiendo que ganen competitividad y obtengan
beneficios que puedan dedicarse a elevar la inversión productiva generadora de
empleos de calidad; al sector público, obteniendo más ingresos para que pueda
reducir el déficit y dotar adecuadamente las políticas que sostienen el estado
de bienestar; y a los trabajadores y trabajadoras, mejorando su capacidad económica
para que puedan prosperar y salir definitivamente del pozo en el que les ha
sumido la crisis económica y las nefastas políticas de austeridad extrema
aplicadas desde 2010.
Coste laboral y coste
salarial brutos, en euros
Segundo trimestre de
cada año
Fuente: ETCL, INE.