El
último domingo del mes de agosto y como es tradición, se reunía la junta de
accionistas de El Corte Inglés para aprobar el informe de gestión y resultados
del último año fiscal (marzo2012-febrero 2013).
A
pesar de ser el año más marcado por la crisis de consumo, subida de impuestos,
supresión de la paga a los funcionarios y el recrudecimiento del paro en
España, el gigante verde volvía a sorprender con unas cifras que se alejaban de
forma considerable a la media del sector.
Si
bien es cierto que los resultados muestran una bajada de un 18% respecto al año
anterior, algo absolutamente acorde con la coyuntura económica actual, también
lo es que su EBIT (Beneficio de Explotación) creció un + 2,5% respecto al año
2011.
Algunos
se atreven a hablar del "milagro" de esta cadena de grandes almacenes
con cuyos resultados se sitúa a la cabeza de los grandes almacenes europeos y
en cuarto lugar si se compara con los de Estados Unidos, algo que se aleja
crudamente de la realidad.
Los
buenos resultados obtenidos, recordemos el descenso de ventas del sector del
comercio minorista por quinto año consecutivo que alcanzaba un -10,1% sólo el
pasado año, que sitúan a El Corte Inglés en una empresa con amplios beneficios,
no se deben a una política de gestión comercial o financiera de vanguardia,
algo que celebraríamos todos, sino que el mantenimiento de los márgenes de
beneficios desvela una realidad bien distinta: el empeoramiento de condiciones
laborales y de salario de sus plantillas.
En
estos cinco años de crisis, los trabajadores y trabajadoras de El Corte Inglés
han tenido que ver como sus condiciones laborales, en otros tiempos, muy por
encima de la media del sector, se desplomaban hasta convertirse en una de las
plantillas más precarias del panorama español.
A
golpe de modificaciones sustanciales de condiciones laborales de carácter
colectivo que la reforma del gobierno actual permitió tan alegremente a las
empresas, y a golpe de convenios colectivos de sector que rebajan cuál
guillotina francesa cualquier derecho que pretendiera situarse por la ya
limitado Estatuto de los Trabajadores, la realidad de la plantilla de las
empresas del grupo empresarial español por excelencia, se iban tornando una
pesadilla.
Política
laboral inteligentemente estructurada, con sus propios departamentos sindicales
que hacen las veces de sindicatos y que firman cuántas modificaciones laborales
les indiquen:
- Rebaja de los
porcentajes de comisión por ventas.
- Nueva estructura de
comisión por ventas por departamento, frente a la individual, con nueva rebaja
porcentual de los beneficios para el trabajador.
- Trabajo todos los días
de la semana, domingos y festivos incluidos, sin que sean compensados
económicamente estos últimos.
- Jornadas de trabajo
extenuantes, para suplir la falta de personal, por la salida de más de 20.000
trabajadores en los últimos cinco años.
- Horarios a la carta
por parte de la empresa, que suponen disponibilidad diaria absoluta.
Y algunos hablan todavía
de "milagro",
efectivamente, el "milagro"
que supone a miles de familias poder llegar a fin de mes, cuando deben de pagar
para dejar los domingos y festivos a sus hijos al cuidado de alguien, sin
hablar ya de aquellos derechos del pasado como el de conciliación de la vida
familiar, personal y laboral, que ya sólo recuerdan los más antiguos del
lugar, pero tiene Don Isidoro Álvarez, patrón de este buque insignia, la
ligereza de expresar lindezas como "...El Corte Inglés ha decidido no
tomar medidas agresivas de reducción de plantilla(...), cuando el número de
empleados ha bajado sólo durante este año en 2.637 personas y no por
jubilaciones o contratos vencidos, sino por la imposibilidad de muchas personas
de cumplir con esas nuevas condiciones laborales porque, para que un trabajador
decida irse al desempleo con seis millones de parados que tiene el país y con
unas expectativas laborales más que negras, es porque la situación de estos es
realmente insostenible.